Nanotecnología de hace dos milenios para lograr las espadas más afiladas de la historia
Las espadas de Damasco - lo bastante afiladas como para cortar en dos un trozo de seda que cae, lo bastante fuerte como para dividir las piedras sin esfuerzo - deben sus legendarias cualidades a los nanotubos de carbono, tal y como acaba de afirmar Robert Curl, químico laureado con el premio Nóbel.
Los filos empleaban el, así llamado, acero wootz, fundido con una técnica desarrollada hace 2.000 años en la India, donde los artesanos añadían madera y otros restos orgánicos a sus hornos. El acero resultante, impregnado en carbono, era muy duro pero flexible, y pronto fue celebrado a lo largo y ancho del mundo antiguo.
Tal vez porque el mineral rico en tungsteno empleado para hacer el acero wootz se agotó, la fabricación de las espadas de Damasco se detuvo durante el siglo XVIII. Las técnicas desaparecieron de los hornos de los herreros. Los modernos estudioso de la metalurgia, intentaron una y otra vez recrear la fabricación de estos sables, pero no tuvieron éxito. Luego, hace poco más de un año, científicos alemanes explicaron el por qué de dicha dificultad: el acero wootz estaba repleto de nanotubos de carbono, un milagroso material “descubierto” en 1991. Algunos químicos discutieron que el acero normal pudiese poseer estos nanotubos, pero ahora el profesor Curl, en conferencia en el recientemente concluído Congraso Científico de la India, se ha alineado con los alemanes.
El pionero ciberpunk Neal Stephenson, más tarde reconvertido en un adicto a la historia, describió la manufactura del acero wootz en su obra “La Confusión”, segunda parte de su frustrante, estimulante e inspirado en la historia, ciclo Barroco.
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