Primeras pruebas del egoísmo de los genes

Hablemos de nuevo de Richar Dawkins. Pese a lo que pueda parecer (yo mismo he cultivado en este blog únicamente este rasgo del intelectual británico), Dawking es mucho más que el icono anti-religión en que se ha convertido. En 1976, Dawking propuso en su libro El Gen Egoísta una reforma a la teoría darwinista de la evolución. Para él, eran los genes y no los organismos quienes competían entre si por la oportunidad de propagarse. Esta novedosa teoría se extendió por el mundo académico con gran aceptación, pero hasta el momento no se había obtenido ninguna prueba que la respaldara.

Pero ahora, un nuevo estudio que se publicará en la edición de julio de la revista Genetics, y centrado en las abejas, afirma haber aislado la primera prueba concreta de la existencia de un gen egoísta. Una de las consecuencias principales de la teoría de Dawkins es la del altruismo natural. Los animales “deciden” libremente reducir sus oportunidades de reproducción dedicando esfuerzos a aumentar las probabilidades de supervivencia de sus crías, comportamiento que la selección natural pura no puede explicar. La selección “egoísta” de Dawkins, no obstante, entiende este comportamiento individual como un acto que facilita la supervivencia de los genes comunes compartidos por padres e hijos.

El estudio realizado por científicos de la Universidad de Western Ontario en Canadá y la australiana Universidad de Sydney, versa sobre el gen específico que vuelve estériles a las obreras, gen este que acaba de ser aislado. En términos evolutivos la reproducción es lo más importante, por lo que aquellos animales incapaces de reproducirse es como si jamás hubieran vivido; por eso mismo la aparición de un gen que vuelve estériles a quienes lo portan solo cobra sentido desde la teoría de Dawkins, ya que la infertilidad de las obreras ofrece (a sus expensas) una mejor oportunidad de trasvase genético intergeneracional a sus hermanas fértiles. Como vemos el gen egoísta de Dawkins obtiene sus primeras victorias gracias a la eusocialidad, otro de los conceptos que ya he tratado en este blog cuando hablé del legendario entomólogo Edward O. Wilson, uno de los padres de la enciclopedia de la vida.

Según los científicos participantes en el estudio: “[Encontrar este "gen egoísta"] es un gran paso hacia la comprensión de los orígenes evolutivos del altruismo reproductivo, lo cual es algo que lleva despertando la curiosidad entre los biólogos evolutivos desde hace muchas, muchas décadas.

Hace unos diez años que me topé con ‘El gen egoista’de Dawkin, por pura casualidad, nadie me lo recomendò, estaba allí, en el estante de Nuevas adquisiciones de la biblioteca. El caso es que una vez comenzado casi me lo zampé de un tiròn y desde entonces me ha ayudado a descubrir sin tapujos ni discursos politicamente correctos la respuesta a las tres grandes preguntas: Quiénes somos? De donde venimos? y Adònde vamos? Desde entonces comprendo mucho mejor a la gente, a mí mismo y a todo bicho viviente. Ayuda mucho a comprendernos el saber, por ejemplo, porquè todas las hembras de la misma manada de cualquier mamifero desean ser fecundadas por el mismo macho (el macho alfa) y porque los machos quieren fecundar a todas las hembras (para los machos todas son alfas). Igual que ayuda a comprender el picotazo suicida de la abeja obrera el descubrir que en el mundo de las abejas cada panal es un ejemplar (con sus celulas divididas en muchos individuos) igual que en los mamíferos lo es cada individuo. Asi la obeja obrera no duda en suicidarse para defender a la reina (que es la que posee el aparato reproductor) al igual que las células de nuestra mano no dudan en sacrificarse interponiéndose entre nuestro aparato reproductor y una eventual patada en semejante parte. Desde que lo leí la primera vez ya he comprado unos seis ejemplares, para regalarlo. Es mi regalo preferido el que he reservado para las personas que màs quiero, eso sí, no sin antes advertirles de que la verdad es dura, que no es muy gratificante descubrir que no eres màs que una maquinaria construida por tus genes para perpetuarse y que lo importante no eres tu sino ellos. Vamos, que no se trata precisamente de una novela de Walt Disney. Menos mal que deja una puerta abierta a la esperanza cuando en el capitulo final viene a decir que quizà los genes hayan empezado a sentirse intranquilos, a sentir ese desconcierto que perciben algunos animales minutos antes de un terremoto, porque con el hombre la máquina de supervivencia se ha perfeccionado tanto que ha despertado, ha adquirido conciencia, ha abierto los ojos, ha mirado a su alrededor, pero también ha aprendido a mirar en su interior y ¡ecco!, los ha descubierto, a desemascarado a esos pequeños filamentos de ADN que desde siempre lo han usado a su anojo para viajar en el tiempo y en el espacio, para defenderse y protegerse de un exterior hostil. Y por supuesto a partir de ahora esta nueva màquina consciente no està dispuesta a seguir al servicio de esos microscopicos huespedes egoistas. La guerra a comenzado y de momento, con los métodos anticonceptivos, ya somos capaces de practicar sexo para nuestro mero disfrute, sin que las mujeres tengan que pagar necesariamente los nueve meses dedicados a la perpetuaciòn de estos ‘microdiablillos’ que llamamos genes. Es como si un buen día nuestro coche adquiriera conciencia propia, nos descubriera dentro de èl y deciciera no arrancar màs en los dias de lluvia para no oxidarse, o los de mucho calor para no recalentarse, o se parara al intentar meternos en un camino con muchos baches para que no sufriera su amortiguaciòn. Pero la guerra no ha echo màs que comenzar. De momento estamos estudiando a nuestro enemigo, los mapas del genoma que hemos empezado a esbozar nos acercan con paso torpe a un enemigo que no podemos destruir porque lo llevamos dentro, en el núcleo de cada una de nuestras celulas. Pero quizà sí podamos domesticarlo y explotarlo como ha echo él con nosotros durante millones de años. Quizà les robemos la inmortalidad, quizà el hombre inmortal no está ya tan lejos.

Opinion de Octavio Coll Jara

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1 Response to "Primeras pruebas del egoísmo de los genes"

  1. Odri says:

    vaya, a mi no me regalaste un ejemplar...¡.No, en serio, está muy bien escrito tú comentario.

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